domingo, 24 de junio de 2007


La caligrafía, una disciplina odiada por los antiguos escolares: plumilla, tinta y blanco papel. No esta tan alejada nuestra caligrafía de las magníficas grafías orientales y como en ellas, en el rasgo de la pluma o del pincel queda limpiamente dibujada el carácter de la mano artesana. Mecánica repetida un millón de veces en la que el tiempo atroz depura el gesto que designa el alma.
Es probable que esta cálida desnudez de la caligrafía nos recuerde la tibieza de los mensajes orales y que su plástica estricta sea como la modulación de la voz en el habla, el artificio nos descubre además del mensaje, las ocultas intenciones del calígrafo.

1 comentario:

M dijo...

Hay cartas que sólo imagino escritas a mano, dedicandoles tiempo, dejando que la pluma capte la intensidad y la presión que ejercemos sobre el papel...

Si las analizas con detenimiento, descubres la verdadera intencionalidad...

B x C