domingo, 31 de diciembre de 2006

¿Que haces?


Tanto me cuesta todo, que no me pregunto nada.
Ni pienso si existo.
Todo me cuesta tanto que a menudo me digo:
¡Haz algo!, lo mismo que ahora escribo, pero no caigo nunca en lo que hacer.
Cuando sin querer pienso en lo que dicen que debería pensar, repaso: ¿Luces fundidas?, ¿poner el árbol de Navidad?, ¿sacar la basura a la calle?, ¿hacer la cama?
Como no sea el robarte unos tibios pellizcos todo se me olvida.
Si me diriges sin aviso la palabra, nada entiendo. Insolente sin freno te miro, pues me sacas en un sin querer de quicio.
Divago ahora mismo sobre el quicio soportador de puertas.
¡Exacto!, me arrancas de los goznes que me atrancan al muro sin lamentos. Las palabras, desprenden y arrastran mi puerto a tu orilla, y de golpe, me encuentro aturdido a tu orden si me pides:
¿Que haces?

viernes, 29 de diciembre de 2006

0000

Puso cuatro ceros enteros para que la fe le llegara para varios miles. El rico descerebrado no quería quedarse corto.
Incauto, cayó en una cuesta de temidos ridículos.
¿De donde salió este niño tan serio?
Juegan desde entonces comanches descabalgados en el resbaladizo mosaico hidráulico, la mano infantil suspendida en inestables pieles rojas de plástico. Fue generoso en su dispendio de horas terrenas, terrestres o divinas izando indios del suelo o numerando moscas en puertas donde se insinuaba timidamente el sol.
Construye ya para siempre casas con paredes de cartón y miedos en alerta rozando puertas y esquinas.
El aire se definió en estos concisos parámetros.
Cayó como curiosidad el que se volviera sin esfuerzo payaso.

domingo, 17 de diciembre de 2006

Una carrera hacia ninguna parte




A este pequeño cosmos del aburrimiento supino que se me ha comido la vida le dedico ahora, de propina, más tiempo. No sé, exactamente porqué motivo, casi ni quiero saberlo. Lo que si sé es que tiene que ser algo ligero, muy ligero y muy simple.

Ay, este tiempo… este tiempo largo que transcurre caudaloso y limpio hacia el puro limbo. Este espacio vacío que ha desaparecido del cristianismo quiero que sea el océano que acoja mí tiempo perdido, que es mucho, gastado en sostener esta necesidad perentoria que es la supervivencia.

Este es un tiempo grande en tamaño pero pequeño es sustancia y así, de este esfuerzo hercúleo saco como muestra primera de esta colección de dibujos de oficina, este verde ciclista, esforzado protagonista de esta nimia, simple y anecdótica carrera.