Tanto me cuesta todo, que no me pregunto nada.
Ni pienso si existo.
Todo me cuesta tanto que a menudo me digo:
¡Haz algo!, lo mismo que ahora escribo, pero no caigo nunca en lo que hacer.
Cuando sin querer pienso en lo que dicen que debería pensar, repaso: ¿Luces fundidas?, ¿poner el árbol de Navidad?, ¿sacar la basura a la calle?, ¿hacer la cama?
Como no sea el robarte unos tibios pellizcos todo se me olvida.
Si me diriges sin aviso la palabra, nada entiendo. Insolente sin freno te miro, pues me sacas en un sin querer de quicio.
Divago ahora mismo sobre el quicio soportador de puertas.
¡Exacto!, me arrancas de los goznes que me atrancan al muro sin lamentos. Las palabras, desprenden y arrastran mi puerto a tu orilla, y de golpe, me encuentro aturdido a tu orden si me pides:
¿Que haces?
Ni pienso si existo.
Todo me cuesta tanto que a menudo me digo:
¡Haz algo!, lo mismo que ahora escribo, pero no caigo nunca en lo que hacer.
Cuando sin querer pienso en lo que dicen que debería pensar, repaso: ¿Luces fundidas?, ¿poner el árbol de Navidad?, ¿sacar la basura a la calle?, ¿hacer la cama?
Como no sea el robarte unos tibios pellizcos todo se me olvida.
Si me diriges sin aviso la palabra, nada entiendo. Insolente sin freno te miro, pues me sacas en un sin querer de quicio.
Divago ahora mismo sobre el quicio soportador de puertas.
¡Exacto!, me arrancas de los goznes que me atrancan al muro sin lamentos. Las palabras, desprenden y arrastran mi puerto a tu orilla, y de golpe, me encuentro aturdido a tu orden si me pides:
¿Que haces?