miércoles, 14 de mayo de 2008

Micrometamorfosis




Andando tranquilo por la calle me deshago de grandes palabras en forma de pelotas que caen y quedan quietas sin un bote. No están para dar saltos las palabritas y aunque sean de las felices, se quedaron hace tiempo sin los brincos que repican alegría. Lo cierto es que mientras voy soltando este lastre de letras ando más ligero y lo que es mejor, escueto. A salvo de razones elaboradas celebro, cuando las recuerdo, el nombre justo de las cosas.

Por el forro se me caen los declinados verbos, tanto regulares como irregulares. Son como montoncitos de una tierra sospechosa que se deslizan al caminar hacia el suelo. Una ligereza me eleva hacia la ingravidez. Hasta creo que me salió alguna pluma para el vuelo. Me agarré para que no se me llevara el viento a palabras que ya no entiendo y que repito como un pito.

Llegué muy lejos y a más podría llegar si no fuera por este gorjeo que me apura a trinar no sé qué en el tejado.

Canto y si me deja el gato, picoteo.

He puesto un huevo.

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